martes, 9 de marzo de 2010

Entrevista con los ¿muertos?

Exaltado, sudoroso, irritado y envuelto en un miedo de aquellos que se ven raros en un escéptico como él. Ángel despertó después de varias horas, en su cama y a decir verdad no sabía por qué había tenido una experiencia como la que de manera fantástica y detallada narró frente a mí…
Una entrevista, sí, una entrevista con muertos, la solicitó como un periodista lo haría y claro hoy no sabe por qué lo hizo. Aguardó sentado en la sala del hall de un antiguo y casi olvidado hotel del centro de la ciudad, su único recurso, un esfero que chocaba continuamente contra una pequeña libreta, un sonido a ratos estridente que al tiempo apaciguaba la loca sensación que lo invadió por completo. Buscaba respuestas que contrasten esos miedos necios a lo desconocido. Espero un momento casi eterno y allí mismo bajaron tres individuos que en una mezcla de realidad e imaginación se mezclaban entre gente viva, o los vivos entre ellos no lo sé. Solo él tenía la capacidad de verlos y hablar con ellos, se acercaron y lo saludaron de manera cordial, hubo algo que llamó la atención total de Ángel y era una intensa luz roja ubicada en el centro del pecho de cada hombre, obviamente preguntaría después de que se trataba y la respuesta sería la puerta abierta de un misterio que nos puede hacer pensar.
Un saludo cordial y desapareció al instante la imagen que solía tener de un muerto, “es tan parecido a mi” pensó, intentó relajarse y solo les pidió que le hablaran sobre ellos. “Vivimos después de lo que ustedes viven ahora, compartimos el espacio que ustedes comparten pero no de la misma manera, los vemos y no todos nos pueden ver y es que ni siquiera entre vivos se miran pero por alguna razón existe entre nosotros un nexo muy especial que radica en la memoria” le dijo uno de los hombres, y así era, ellos construían ciudades desde el recuerdo y la nostalgia como la Buenos Aires imaginada y hasta vivida por Borges, recurso de su memoria y su ceguera, iban al cine, a bailar y todo en un espacio paralelo al nuestro, sin prisa, con pausa, valorando lo que hoy no es importante y viviendo… viviendo como nosotros no podemos vivir aún.
Cuando comenzamos a cuestionarnos sobre realidades inminentes como la muerte, entramos a niveles de análisis a los que nos cuesta enfrentarnos, la difícil muerte, la temida, la dolorosa, después de que irónicamente se vive la muerte ya no se la piensa igual, ellos le contaron con detalle que pasa después y solo usted Señor lector juzgará si es mucha ficción o si sirve para entender un poco al monstruo.
Uno de ellos, un empresario entre risas lo miró fijamente y dijo, “en este momento podría asegurar que tú eres el muerto y yo el vivo, ¿Cómo saber quién es quién?”
Ángel alzó su mirada y estaba confundido, gotas de sudor resbalaban como fuertes soldados ladera abajo en su frágil rostro. El entrevistador no solo dejo el papel sino que ahora era cuestionado y observado, tomó aire y vio a un cuarto hombre que mostró su pecho sin querer, aquella luz era mucho más intensa que la de los tres hombres con los que había hablado, su inquietud volvió y dejando atrás técnica alguna pidió casi desesperado que explicaran de qué se trataba. El empresario lo tranquilizó era evidente que no le harían daño y así también el hecho de que enfrentarse a ese tipo de acontecimientos y verdades era y podía ser difícil para cualquiera, silencio y respiraciones antes del inicio del relato. “Cuando morimos esta luz roja se convierte en nuestro corazón o en aquella loca señal que ustedes sienten desde la ausencia y el olvido. En inicio es muy intensa como el dolor de aquellos que nos conocieron, de aquellos que nos amaron y después, pasa el tiempo despiadado y apurado como tú, poco a poco la luz se vuelve más tenue, aquel dolor ya no es dolor sino una resignación y una nostalgia que después se convierte en un intermitente olvido.
Eso nos impide tener la tranquilidad total que quisiéramos, ustedes tienen miedo del monstruo y ahora nosotros lo vivimos de manera normal y ya casi sin dolor pero a la vez tenemos miedo de la luz que se apaga… Aparece el hombre con la intensa luz y le cuenta que es lo que hacen para que la luz no se apague: Cuando la luz baja su intensidad tenemos que recordarles a los más cercanos que aún siguen vivos que estamos en algún lugar, hacemos lo que ustedes tanto rechazan por miedo, lo que según ustedes hacen los fantasmas; asustarlos, yo diría que no los asustamos, solo les damos señales para que recuerden que existimos o que debemos existir en su frágil y voluble memoria, cuando eso ocurre la luz recobra su intensidad y perdemos el miedo, ya vivimos un después pero después de esto es incierto saber que hay, es un miedo al que no queremos enfrentarnos como ustedes a la muerte.
Poco a poco los hombres se fueron alejando de él, se quedó sentado y como un tonto que quería que alguien lo pellizque para saber si era un sueño o si lo que estaba pasando era verdad, lo que le quedaba de fuerza le sirvió para tomarse un trago, caminó despacio sin poder articular coherentemente una sola idea y se dirigió por las iluminadas calles hasta su oscuro y viejo cuarto de alquiler. Despertó y ya no pudo conciliar el sueño, tenía que contar lo que había vivido en la agitada noche y a partir de eso las preguntas rondaron su cabeza. Tal vez a partir de esto no sea tan difícil hablar sobre el monstruo, tal vez después ya no le llamemos así.
“La memoria, colosal estructura de páginas, amarillas y blancas grandes y aún más grandes, se nutre también de lo que se olvida, de lo que se calla, de lo invisible y relegado”
Tan frágil es que sin querer se llena de olvidos, ahora Ángel lo entiende así y desde aquel día está atento a las señales no solo de aquellos que ya no están sino de aquellos que estando muchas veces se negó y se olvidó mirar. Se llena de recuerdos, se llena de miradas.

1 comentario:

  1. Creo que modificaste la cita, consultaré la ley de propiedad intelectual, jajaja... Buen texto...

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